Saturday, June 18, 2011

Metrópolis y El club de la lucha


Cine mudo alemán y cine actual videoclipero; distan en la forma pero están ligados argumentalmente. Ambos guardan una estrecha relación con el sistema sociopolítico en el que vivimos, son contemporáneos a esta época de revoluciones, donde la conciencia política está desarrollándose y las vendas van cayendo poco a poco de nuestros ojos.
Y eso sucede tanto en Metrópolis como en la película de culto de Fincher; estalla una lucha contra lo establecido.

Por una parte, la distopía alemana nos presenta un mundo ampliamente polarizado con una zona externa, donde reside la clase acomodada, y otro interna -o, mejor dicho, subterránea-, hábitat de los trabajadores y las clases bajas. Los grandes magnates, la burguesía, la clase política, la sociedad acomodada ... todos ellos gozan de un formidable estilo de vida en esa gran megalópolis, disfrutando de los adelantos tecnológicos y de una -supuesta- calidad de vida, que en realidad se revela como alienante y ociosa. En cambio, la clase obrera sucumbe al poder y dedica todo su tiempo y esfuerzo al mecanizado trabajo que abastece de caprichos a la ciudad (exterior, claro). No hay unión entre ellos, la tiranía impera junto al capitalismo absorbente que nubla y eclipsa toda moralidad.  Y la clave está ahí, en esa unión, en disolver la barrera entre ambas clases, como así dice la autora de la obra:

«Este libro no es de hoy ni del futuro. No habla de un lugar. No sirve a ninguna causa, partido o clase. Tiene una moraleja que se desprende de una verdad fundamental: Entre el cerebro y el músculo debe mediar el corazón».
Thea Von Harbou,
Introducción a la novela “Metrópolis” de 1926.

Entre el cerebro y el músculo debe mediar el corazón. Somos personas y aunque la racionalidad es una de nuestras cualidades, no es la única. Así como tampoco alcanzamos la auto-realización a través del materialismo. La conciencia y la moralidad es fundamental en la raza humana, de ahí el término "humanidad", que muchas muchas veces se ausenta. Por tanto, la clave está en derribar las barreras, en tender puentes para que impere -como el movimiento 15M dice- la horizontalidad, y se produzca una unión entre el exterior de la ciudad (o los políticos) y el mundo subterráneo (o los trabajadores).

Del mismo modo, El club de la lucha goza también de un enorme espíritu romántico. Sí, romántico. Pero al estilo del siglo XIX. A pesar de la aparente violencia, la película va mucho más allá. Apela al romanticismo rechazando el actual estilo de vida consumista y alienante que mecaniza al ser humano y lo libra de toda sensibilidad. Y eso lo vemos a través de la realización de los deseos del subconsciente (y no diré nombre propio), que rompe con lo impuesto o establecido y opta por una "vuelta a los orígenes", viviendo con lo mínimo, sin caprichos materiales, y reencontrándose con sentimientos muy humanos, que se pueden materializar en esa aproximación al dolor y a la muerte (tanto por medio de los grupos de terapia al principio, como con el club que da nombre al film). Y ésto último es muy importante, ya que es lo que incita a actuar, a rebelarse. Si estamos acomodados y pensamos en lo larga que es la vida y en la lejanía de la muerte, nos confiamos, nos relajamos y, creyendo en el futuro, no actuamos. Algo así ha sucedido en nuestro mundo real; estábamos más o menos acomodados, y hasta que no se ha llegado a cierto momento cercano al dolor (llamémosle pérdida de empleo, de casa, o de esperanza social) no hemos protestado, no nos hemos indignado. O tal vez sí, pero en silencio. Ignorando que había otros como nosotros, con quienes compartíamos mentalidad y sentimientos,  hasta llegar a ese punto de inflexión en el que nos uniríamos al "club de la lucha" (por supuesto salvando las distancias en cuanto a la violencia propiamente dicha) y actuaríamos.

El nexo entre ambos films reside por tanto en esa liberación mental, y en la creencia de que un mundo socialmente bien construido es posible. Utópico tal vez, pero al menos hay que aproximarse.





1 comment:

  1. "Desempeñamos trabajos que odiamos para comprar cosas que no necesitamos" Tyler Durden.
    Dios nos ha hecho así. Somos injustos, esclavos del consumo y víctimas o seguidores de la separación económica de las clases. Pero tenemos que pensar que Dios no nos quiere. Viendo el mundo tal y como se desarrolla... con toda probabilidad, nos odia.
    ¡Despertemos!

    Muy buen blog :) ¡Te seguiré de ahora en adelante!

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